Informe

De la contraseña a la persona: la evolución de la biometría

¿Cómo se puede confiar en que alguien es quien dice ser?

Hace mucho tiempo, esto no era un problema. La mayoría de la gente rara vez se relacionaba con alguien fuera de su localidad; se les reconocía de vista, por el nombre, la voz o algún otro rasgo físico y, cuando era necesario, eran avalados por un tercero de confianza. A lo largo de los años, los métodos de identificación como los pasaportes, las tarjetas de identidad o los permisos de conducir evolucionaron, aunque la mayoría de ellos están anclados en el mundo físico.

En los albores de la era digital, surgió una nueva pregunta: ¿cómo confiar en alguien que no conoces ni puedes ver y que no está presente en persona? Una de las soluciones ha sido el intercambio de información: contraseñas, PINs, datos memorables y detalles personales. Pero estas técnicas tienen un precio: pérdida de privacidad, mayores inconvenientes y el aumento de las tasas de fraude de identidad. En consecuencia, la contraseña está siendo sustituida por la persona, ya sea por su huella dactilar, imagen facial, inflexión de la voz o rasgos de comportamiento. Como en el pueblo de antaño, nuevamente se trata de reconocimiento, pero esta vez utilizando técnicas adecuadas para un mundo digital.

La verificación de los datos biométricos, la detección de la vitalidad y el procesamiento de seguridad correspondiente son áreas clave de innovación. La biometría física, como las huellas dactilares, el rostro o la palma de la mano, se está combinando con tecnologías que reconocen rasgos de comportamiento y dispositivos conectados para crear métodos de autenticación inteligentes, más seguros y sin contratiempos.

Nuestro último informe contiene una descripción general de diferentes modalidades biométricas, evalúa problemas de seguridad y usabilidad, revela los avances recientes en tecnología y la expansión de usos, y analiza las tendencias regulatorias y las consideraciones éticas.

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