En busca de ropa para sus hijos, estas mujeres brasileñas tejieron un negocio
Enero 13, 2022 | por CAROLINE MORRISEn Sitio Tambor, las familias no cuentan con muchas alternativas cuando a los niños les queda chica la ropa, cuando sus brazos crecen más que las mangas y los pantalones les quedan cortos. Este pequeño pueblo brasileño, ubicado sobre un camino rural en el estado esteño de Paraíba, queda lejos de centros comerciales y tiene escaso acceso a una internet confiable para comprar online. Además, con una tasa de pobreza alta, comprar ropa nueva es algo inaccesible para la mayoría.
Durante décadas, los niños del pueblo dependieron de las donaciones de la sucursal local de Rotary, el club de servicio internacional. Pero la llegada de COVID-19 impactó en las donaciones, y las madres de Sitio Tambor se embarcaron en la búsqueda desesperada de una alternativa viable. Así fue como surgió Costurando Esperança -Tejiendo Esperanza-.
Lo imaginaron como un colectivo de costura en el cual, por una pequeña cuota mensual destinada a la compra de suministros y el mantenimiento del equipo, las mujeres harían ropa para las familias de la comunidad y también las venderían a terceros para obtener ganancias que contribuyeran a su propia independencia financiera. Son muchas las mujeres en el mundo que luchan por su autonomía financiera. Conforme el más reciente Mastercard Index of Women Entrepreneurs, 80% de las empresas del mundo lideradas por mujeres con necesidad crediticia están desatendidas o marginadas, y apenas el 10% de todas las medidas políticas existentes toman en cuenta el género y abordan las necesidades específicas de las mujeres.
Y esto es todavía más difícil para las mujeres que viven en regiones como Sitio Tambor, donde escasean las oportunidades de empleo y subsisten los sesgos culturales sobre el trabajo femenino. Por todo esto, a pesar de su espíritu emprendedor, las fundadoras de Costurando Esperança pronto se dieron cuenta de que carecían de conocimientos y recursos para concretar su proyecto.
Entonces recurrieron al Rotary de Campina Grande do Sul Rotary — el mismo grupo que hacía las donaciones - y se reunieron con su miembro Philipe Moura, un nativo de Paraíba que actualmente trabaja en Brasilia como director de gobierno y servicios públicos en el sector Datos y Servicios de Mastercard. Impresionado por el proyecto y rebosante de ideas sobre cómo ayudar, reclutó a cuatro colegas en las oficinas de la compañía de Brasilia y San Pablo.
Con la ayuda de la organización Jóvenes Profesionales de Mastercard, crearon un curso de emprendedorismo accesible a los residentes de Sitio Tambor, donde las tasas de analfabetismo son altas - otro obstáculo para la independencia financiera. Las mujeres se adhirieron completamente.
“Desde el momento que entramos en la sala, la energía era de ‘yo quiero aprender’”, dice Moura.
Philipe Moura, de Mastercard, recibe un abrazo de una integrante del colectivo de mujeres que ayudó a montar en Sitio Tambor. (Foto cortesía de Philipe Moura)
Además de agudeza comercial, las mujeres tenían que aprender a coser productos de calidad. Aunque muchas de ellas contaban con habilidades de principiantes, no se trataba precisamente de un equipo de costureras profesionales. Entonces se asociaron con Senac, una asociación de comercio que ofrece una amplia variedad de cursos basados en habilidades, para proveerles clases de costura profesional. El siguiente desafío fue recolectar fondos para comprar diez máquinas de coser nuevas para Costurando Esperança. El equipo de Mastercard lideró este esfuerzo y sorprendió a las mujeres con las máquinas nuevas al cabo de su clase final de emprendedorismo. Y, a pesar de la falta de acceso a internet de Sitio Tambor, o hasta de ordenadores, no cejaron hasta conseguir una laptop y un puerto de acceso para armar una cuenta de Instagram donde promocionar y vender sus productos.
“El foco y la voluntad de las madres era notorio”, dice Luisa Cury, una analista asociada para entregas de mercado basada en San Pablo, “y era así porque estaban empoderándose a sí mismas para hacerse cargo de su propio recorrido y resolver sus propios desafíos.”
Pero las mujeres también tuvieron que enfrentar una dosis de escepticismo. Cuando la fundadora del colectivo compartió su plan con su esposo, él le dijo que fracasaría. Otra miembro, cuyo esposo le prohibió participar del proyecto, decidió abandonarlo a él para ir detrás de la independencia financiera que Costurando Esperança le ofrecía.
Hoy por hoy, más de un año y medio más tarde, Costurando Esperança fabrica ropa para decenas de familias de la comunidad y vende sus productos en todo el estado.
“Puedo, quiero, lo haré”, dice la líder de la comunidad, más conocida como Dona Preta. “Y puedo hacerlo.”
El impacto de la inciativa es cada vez más notable. Las membresías casi se cuadruplicaron desde el grupo inicial de 30 madres fundadoras. Los hombres de la comunidad también están buscando sus propias oportunidades económicas a través de formaciones en Senac. Y otras comunidades en torno a Sitio Tambor ya entraron en contacto con Rotary para desarrollar proyectos similares.
Por decisiva que haya sido la participación de Rotary en el despegue de Costurando Esperança, Moura no tarda en reconocer que son las mujeres las que se merecen todo el crédito. “Ellas vinieron a buscarnos”, dice Moura. “Pero fue una idea de ellas, fue su sueño… Fueron ellas.”
Foto del banner: Philipe Moura entrega a Doña Preta las máquinas de coser y la tela donada con las que ella y su colectivo de costura harán ropa para su comunidad. (Foto cortesía de Philipe Moura)